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• Históricamente, las crisis de los mercados emergentes han estado a menudo marcadas por un déficit de cuenta corriente grande y persistente. En 1994, el déficit de cuenta corriente de México se incrementó hasta casi el 8% del PIB, haciendo que la economía dependiera en gran medida de las entradas de capital extranjero. Cuando los inversores perdieron la confianza, la financiación empezó a escasear, lo que provocó una crisis de la balanza de pagos.
• En la actualidad, el déficit por cuenta corriente de México es mucho menor, inferior al 0,5% del PIB, un nivel manejable que no requiere una gran financiación exterior. Esto hace que la economía de México sea más estable y menos vulnerable a los cambios en la confianza de los inversionistas, lo que reduce el riesgo de una interrupción repentina de los flujos extranjeros.

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• En el periodo previo a las crisis anteriores, el gobierno y las empresas de México emitieron cantidades sustanciales en dólares estadounidenses, pero obtuvieron la mayor parte de sus ingresos en pesos. Cuando el peso se devaluó, las deudas se hicieron más difíciles de pagar, lo que provocó impagos y turbulencias financieras.
• Por ejemplo, en 1994, más del 80% de la deuda pública neta de México estaba denominada en divisas extranjeras. Durante la década de 1980, una gran parte de los pasivos —tanto del sector público como del privado— estaban denominados en dólares, lo que se hizo insostenible cuando subieron las tasas de interés mundiales y el peso se desplomó.
• En la actualidad, solo alrededor del 30% de la deuda pública de México está denominada en divisas extranjeras. La mayor parte de la deuda pública está denominada en pesos con calendarios de amortización a largo plazo. Además, la deuda total del país es relativamente baja, del 52% del PIB, significativamente inferior a la de otras economías latinoamericanas, por ejemplo, Argentina, Brasil y Colombia.
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• La gravedad de las crisis anteriores se debió, en parte, a los regímenes de tasa de cambio fijo o cuasi fijo que prevalecían en México. Ello creó una falsa sensación de estabilidad hasta que el gobierno ya no pudo mantener la tasa de cambio, lo que provocó devaluaciones repentinas.
• En 1982, México no pudo hacer frente a los pagos de su deuda, lo que obligó a una fuerte devaluación del peso y desencadenó una crisis financiera. En 1994, el gobierno intentó mantener una tasa de cambio fija a pesar de los grandes desequilibrios financieros. Cuando los inversionistas se dieron cuenta de que era insostenible, vendieron activos mexicanos y provocaron el desplome del peso.
• En la actualidad, México tiene una tasa de cambio flexible, así que el peso puede ajustarse a las condiciones económicas en tiempo real. A diferencia de 1994, cuando el gobierno gastó gran parte de sus reservas de divisas extranjeras en defender el peso (y fracasó), Banxico no necesita defender un nivel específico de tasa de cambio, lo que ayuda a amortiguar impactos financieros externos.
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• Otra diferencia importante entre la posición actual de México y las crisis anteriores es la existencia de una Línea de Crédito Flexible (LCF) de 35.000 millones de dólares con el FMI.
• Esta línea de crédito, establecida en 2009, sirve de red de seguridad adicional en caso de impactos financieros externos graves.
• La LCF solo se concede a países con fundamentales económicos sólidos y políticas responsables.
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• En el pasado, Banxico solía estar sujeto a presiones políticas para llevar a cabo acciones contrarias al control de la inflación, por ejemplo, imprimir dinero para cubrir los déficits públicos. En la década de 1980, por ejemplo, México se enfrentó a una inflación de tres dígitos porque el gobierno gastaba por encima de sus posibilidades y se financiaba a través del banco central.
• En la actualidad, Banxico es en gran medida independiente y su principal objetivo es mantener la inflación baja y estable, lo que garantiza una política monetaria fiable.
• Además, México ha construido una sólida red de seguridad: las reservas de divisas extranjeras del país en porcentaje del PIB se han triplicado desde la década de 1990, lo que proporciona un sólido colchón frente a impactos financieros externos.
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• En crisis anteriores, el sistema bancario mexicano era débil, estaba mal regulado y carecía de capital para absorber pérdidas. En 1994 muchos bancos asumieron riesgos excesivos y no estaban preparados para el desplome del peso, lo que derivó en un rescate financiero masivo.
• En la actualidad, los bancos mexicanos se encuentran entre los más sólidos de América Latina. El país fue uno de los primeros en adoptar Basilea III, una norma mundial de regulación bancaria que garantiza que las instituciones financieras tengan suficiente capital y liquidez para resistir las crisis.
• Los bancos mexicanos cuentan con colchones de capital sólidos y reservas para pérdidas crediticias, lo que ayuda a absorber posibles pérdidas sin poner en riesgo la estabilidad financiera.
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